Para hablar de rejoneo hay que tener el conocimiento de
que rejoneo, son horas y horas trabajando, preparando caballos. Días de alegría
y llanto, cuando las cosas no salen bien. Cada caballo tiene una personalidad y
lo bonito de esta profesión es sacar lo mejor de cada uno. ¡Se dice pronto! Pero
ojo, hay que ser psicólogo, amigo y profesor. No valen las mismas tácticas para
todos los caballos, ni todos los días son buenos para ellos. También tienen
días malos.
Por propia experiencia os diré que hay días en los que
lloras de rabia porque no sale el trabajo que ayer funcionaba a la perfección. Y días en los que las
lágrimas son de pura emoción y alegría porque el esfuerzo diario da sus frutos.
He de decir que los jinetes nos conformamos con muy poquito, ¡pero bien hecho!
De aquí la dificultad del arte de rejonear. Si complicado
es que salga en casa, más complicado es en una plaza de toros. Donde
intervienen mil factores: el estrés de los viajes, el público, los sonidos y el
fundamental, el toro.
El caballo que sale a la plaza tiene que confiar cien por
cien en su jinete, si es así ejercerá su profesión a la perfección entregando
su vida si es preciso. Para mi tienen corazón de torero. Son especiales porque
no todos los caballos tienen cualidades para torear. Al igual que los
toreros a pie, hay corceles artistas, valientes y con oficio. Y para cada uno
de ellos existe un toro y una lidia.
Estos motivos son los que me han hecho escribir este
blog, para aportar al aficionado mis conocimientos, nutrirme de los suyos y
seguir aprendiendo de este Planeta del Rejoneo.
¡¡Va por ustedes!!
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