Buscando un ídolo
Llevaba varias semanas sin escribir porque me faltaba inspiración. Y la encontré leyendo
el libro de Joselito, El Verdadero.
El concepto que tengo del rejoneo en mi cabeza es similar al que tiene
él, del toreo a pie. Hay que torear con sentimiento y expresarlo a través de la
muleta. Así disfruta el torero, y el público se llena de
emociones. Si con un simple trapo consigue el torero poner al publico en pie,
que no podrá hacer un rejoneador con su caballo. Pienso que la
pureza del rejoneo se ha perdido por el camino. ¿Se torea mejor? sí. Más corto y con más técnica. Pero
hecho de menos la personalidad del torero a caballo. Que los caballeros sean
caballeros, y las damas, sean damas. Odio las voces en la plaza a las cuadrillas,
pues se supone que son profesionales, los ejercicios repetidos sin cesar para
arrancar el aplauso fácil, clavar a la media vuelta, las
imitaciones baratas y la que más odio de todas, es la manía que les ha dado
a muchos rejoneadores de salir corriendo a buscar un caballo que haga monerías para mendigar
una oreja de una forma tan chabacana. Las orejas se ganan o se pierden durante
la ejecución de la lidia. Con ejercicios armoniosos acordes a la
embestida del toro, mostrando la destreza del caballo frente a un toro
complicado. Eso es lo que hace grande el rejoneo y lo convierte en arte. Me
encanta ver como un caballo realiza un pasagge elevado acercándose al toro con
total naturalidad, “gustándose”. Una pirueta entre los pitones del
toro de un caballo habilidoso, sin enganchones ni varetazos, ¡¡pero señores!! una, no
veinte. Reto a los rejoneadores a que se rompan la cabeza en la búsqueda de la
variedad, de lo genuino. ¡No caigan en la rutina!
Cuando me preguntan por algún rejoneador de
otra época, en seguida me sale un adjetivo, algo que lo hacía ser diferente. Hoy
en día rejoneadores
con personalidad, considero que hay muy pocos. Casi todos se afanan por imitar
al número uno. Tanto
en la vestimenta como en su forma de torear ¡¡y hay que ver algunas
imitaciones!! Aquellas cosas que les
hicieron ser figuras están cayendo en lo vulgar. Los grandes se han acomodado
a estar en las alturas. Buscan el aplauso fácil y un gran número de corridas
firmadas. Los que les siguen están tan preocupados
por imitar que se han dejado su concepto por el camino. Y los de abajo se han
acostumbrado tanto al todo vale, que hacen lo que sea por estar en el escalafón. Hasta pagar
por torear. ¡¡ Así no!!
Si queremos quitarnos el tópico de los
caballitos, no podemos darles carnaza. No podemos engañar al público que paga
por ver algo especial. No pido regularidad, pues al tratarse de animales es
complicado, pero sí un toreo variado, bien ejecutado y con señorío. Lo que viene
siendo parar, templar y mandar.