LA BORDÓ
Mi entrada de la semana pasada, estaba dirigida a uno de los
sementales que más descendencia ha dejado para el rejoneo. Hoy voy a hablar de
una yegua que desde niña siempre llamó mi atención.
Si hablo del propulsor del rejoneo moderno, todos sabréis que
me refiero a Don Antonio Cañero.
Pero si digo La Bordó o Burdeos muy pocos sabrán que estoy
nombrando a la yegua con la que el gran Cañero
consiguió sus mejores éxitos.
Burdeos o La Bordó
(traducción fonética del francés), debe su nombre a la ciudad francesa donde debutó
y se bautizó. Cuentan que la mañana antes de torear, Don Antonio fue a casa de su amigo Jontson, un vinatero Inglés. Se soltó
a la yegua dentro de sus bodegas, y en el sitio donde se paró, fue bautizada
con el vino más próximo. Casualidades de la vida o no, Burdeos se detuvo en el botellón
más caro de la bodega.
Desde aquel día Bordó
no dejo de torear, sus habilidades dentro del ruedo hicieron que Don Gregorio Corrochano la llamara “el
pedestal de Cañero”. Tal era la fidelidad del animal por su dueño, que según
cuenta Corrochano llegó a exponer su vida para salvar la de su amo.
Quiero que el nombre de La
Bordó quede grabado en la memoria de todos. Al igual que muchos otros
caballos de la historia moderna. Que se sepa que La Bordó no era una jaca domada para el arte del rejoneo. Era la
yegua de tiro de un niño que repartía el pan en Córdoba. Pero sus cualidades,
su corazón y la repetición del ejercicio, hicieron que este noble animal toreara
con personalidad propia.
Cuando tú cuerpo y tú alma se unen a la de tú caballo, no
hay huracán del mundo capaz de separarlas. Así era la unión de Cañero y La Bordó. No es difícil comprender como se sintió Don Antonio el día que recibió la
noticia de su muerte.
Entre las luces de mayo
Cuando cruzaba el albero,
Qué bonita era la jaca
De don Antonio Cañero.
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